Iglesia de San Pedro,
Valentin Bearth,
800 d.C.
En su libro „Reminiscencia“, Benedict Esche y Benedikt Hartl retratan la especial relación entre el edificio y el arquitecto. En él, arquitectos pioneros dan su opinión, escribiendo sobre su influencia arquitectónica y el impacto de ésta en su propia obra. Aquí, Valentin Bearth, de Bearth & Deplazes, habla del poder sugestivo de la arquitectura:
„Aislada, en medio de un claro del bosque, se alza la iglesia de tres naves sin construir más antigua de Suiza, erigida en piedra en la época carolingia. El exterior se caracteriza por unos pocos volúmenes geométricos unidos entre sí: un edificio principal rectangular con tejado a dos aguas, tres ábsides semicirculares añadidos al este y el altísimo campanario con un empinado tejado piramidal. Un muro de cerramiento separa la iglesia, maciza y de aspecto desafiante, de su entorno natural. Las pequeñas aberturas rectangulares de las ventanas con arcos de medio punto y los altos techos estimulan la curiosidad y la imaginación para descubrir más sobre el interior oculto. Tras pasar por el osario adosado a la nave, que es un recordatorio repentino y duradero de la finitud y fugacidad de la existencia humana, el visitante llega a la puerta de entrada en cuclillas situada en el antepatio del valle. El alto umbral acentúa la transición entre el espacioso exterior y el protegido espacio sagrado. Una sala con techo plano de madera, pintada con fragmentos de frescos y de forma casi cuadrada, irradia paz y seguridad. El tiempo parece haberse detenido aquí durante 1.200 años.
La poderosa experiencia espacial es conmovedora. En cada uno de los tres ábsides de la sala que llenan la pared este, hay una piedra de altar de forma cúbica, iluminada por una ventana inundada de luz en la bóveda de la pared. En la penumbra de la sala, estos cubos arcaicos parecen obras de Donald Judd. En medio de este paisaje natural boscoso, áspero, oscuro y prohibitivo, el asombro y el sobrecogimiento experimentados por los contemporáneos en la sala, decorada con cuadros de colores, parecen literalmente tangibles. Quizá la videoinstalación „homo sapiens sapiens“ de Pipilotti Rist, expuesta en la iglesia de San Stae en la Bienal de Arte de Venecia de 2005, sea comparable como experiencia para los ojos y sentidos de hoy, saturados por la era digital. Tales momentos de experiencia espacial nos recuerdan una y otra vez el poder sugestivo que la arquitectura es capaz de desarrollar. En medio de un paisaje amorfo, se ha creado un lugar que atestigua de forma impresionante la voluntad creativa del hombre para dar sentido y significado a su existencia. El edificio sagrado es probablemente el tipo de construcción más sublime que el hombre ha creado para expresar su exposición al universo en el espacio y en el tiempo. Desde las pirámides a los templos, pasando por las catedrales de los tiempos modernos, estos edificios dan testimonio del empeño del hombre por satisfacer algo más que sus necesidades cotidianas de vida y trabajo erigiendo lugares de culto. Son edificios que demuestran de manera impresionante el potencial y la capacidad de la arquitectura para generar espacios que otorguen dignidad y respeto a la existencia humana“.
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