En la isla danesa de Fanø, en el Mar del Norte, entre brezales, pinares y el inmenso horizonte del puerto de Esbjerg, se levanta un nuevo edificio que se funde discretamente con el agreste paisaje. „Casa en Fanø“, de Pihlmann Architects, no es un manifiesto gestual, sino un repliegue deliberado: arquitectura que se inspira en las tradiciones constructivas locales sin caer en el folclore.
La reinterpretación de la casa larga tradicional de Fanø: robusta en la construcción, sensible en los detalles: un hogar entre las dunas y el viento del oeste. Foto: Hampus Berndtson
Tipología de la casa larga
La forma de la casa sigue un claro modelo histórico: la casa larga, que ha caracterizado el paisaje de Fanø durante siglos. Los granjeros y marineros erigían estos edificios de construcción sólida con un tejado a dos aguas continuo, orientado de este a oeste, como escudo protector contra los constantes vientos del oeste. La nueva interpretación conserva estos principios, pero los actualiza para el uso y la construcción contemporáneos.
Con 198 metros cuadrados, la casa está concebida como residencia privada. La forma exterior se mantiene fiel a la tipología histórica: una estructura alargada con un tejado de tejas inclinado, cuya fachada de terracota se funde con el paisaje en términos de color. Un voladizo circunferencial del tejado crea espacios exteriores protegidos del viento, pero abiertos al terreno. La excavación del solar se aprovechó para crear dunas alrededor de la casa: un gesto topográfico que ancla y a la vez incrusta el edificio.
La visibilidad como concepto
El interior está dominado por una materialidad deliberadamente desprovista de adornos. La visibilidad no es aquí un efecto secundario, sino una actitud central. Los muros de carga están hechos de bloques huecos de arcilla sin enlucir, cuyos relieves tienen una cualidad táctil. A los muros exteriores se les aplicó una capa de enlucido de terracota de grano grueso, cuyo color se asemeja a la solera vista pigmentada del suelo. La estructura de los materiales permanece legible en todo momento.
El techo -un artesonado de vigas de abeto- no está revestido, sino que forma un friso continuo que hace que la construcción del tejado parezca una tapa apoyada encima. El diseño sobrio de los servicios del edificio sigue el mismo principio: los cables y las luces permanecen visibles sin convertirse en dominantes.
Estructura en lugar de gesto
La planta se divide en tres volúmenes: una zona de estar central con una habitación en cada extremo. Los baños, los dormitorios y las habitaciones auxiliares se sitúan en estas zonas extremas. La sala de estar central puede abrirse completamente en los meses de verano, como una especie de invernadero cortavientos que media entre el interior y el exterior sin desvincularse completamente del clima.
Dos entreplantas empotradas -sin paredes divisorias, pero con una vista continua de frontón a frontón- albergan un pequeño despacho y una habitación de invitados. La composición espacial no sigue ningún dogma de diseño, sino más bien la lógica de la utilización y la construcción. El resultado es una relación finamente equilibrada entre apertura y comodidad.
La lógica material como principio de diseño
Llama la atención la coherencia con la que Pihlmann Architects se toma en serio la lógica material como principio de diseño. Cada componente cumple una función definida, sigue su propia estética material y, sin embargo, sigue formando parte de un todo global. Prescindir de las capas de paneles no significa materialidad bruta porque sí, sino descubrir deliberadamente el potencial funcional y atmosférico.
No se trata de romantizar, sino de racionalizar. El encanto ornamental de los bloques de construcción, la cálida luz que roza la solera vista, la legibilidad tectónica de la estructura del tejado… no son el resultado de añadidos creativos, sino de una coherencia constructiva.
La resiliencia como actitud
En el subtexto del proyecto puede leerse un término cada vez más importante en la arquitectura contemporánea: resiliencia. No en el sentido de una retórica espectacular de sostenibilidad, sino como una resistencia silenciosa a la fugacidad, las modas y la sobrecarga funcional. La separación de los componentes, su unión precisa y la reducción a lo esencial dan como resultado un edificio capaz de resistir el paso del tiempo, en un clima duro pero no hostil.
