El término „ciudad comestible“ se refiere a un concepto en el que frutas, verduras y plantas útiles se cultivan en espacios públicos. Estos alimentos accesibles están al alcance de todos. Entre otras cosas, se utilizan para la nutrición y la educación en las ciudades.

Los huertos comunitarios forman parte de la ciudad comestible y aportan numerosos beneficios sociales, ecológicos y económicos. Foto: vía rawpixel
La producción urbana de alimentos no es un invento nuevo, pero hoy en día ya no es el resultado de una situación de emergencia. Más bien, la ciudad comestible tiene que ver con la idea de crear nuevos bienes comunes y poner alimentos a libre disposición de todos. Esto mejora la calidad de vida de todos y permite a los habitantes de la ciudad aprender más sobre la producción de alimentos. La alimentación como tema accesible también debe invitar a todos los grupos de población y estimular la conversación.
Ciclos de nutrientes regionales y cerrados
Las ciudades comestibles suelen formar parte de proyectos de arquitectura paisajística. Forman parte de la función estética de los espacios verdes urbanos, pero también tienen aspectos de educación ambiental, sociales y ecológicos. De este modo, apoyan los objetivos de sostenibilidad de las ciudades, ya sea mediante jardines públicos, árboles frutales y de frutos secos, proyectos de hortalizas o arbustos de bayas en el parque. El concepto puede ser aplicado tanto por la población como por la administración de la ciudad.
Aporta importantes beneficios económicos: La reducción de la pobreza, el aumento de la seguridad alimentaria, la promoción de la economía circular y la transparencia a lo largo de la cadena de valor hacen que los alimentos tengan ahora un estatus totalmente nuevo en muchas ciudades. Los productos de alta calidad pueden aumentar la multifuncionalidad de los espacios verdes públicos.
Y los aspectos participativos de la ciudad comestible, que suele ser cultivada por los ciudadanos, generan beneficios sociales: Los „prosumidores“, que consumen y producen a la vez, adquieren conciencia de la nutrición sostenible y tienen acceso a opciones saludables. Los actos comunitarios, como los festivales de jardinería o de la cosecha, son una buena forma de desarrollar el impacto social de la ciudad comestible.
La ciudad comestible también tiene beneficios ecológicos: aumenta la proporción de espacios verdes en las ciudades, fomenta la biodiversidad y la diversidad de especies, enseña a los jóvenes la importancia de la alimentación y puede reducir el desperdicio de alimentos. También fomenta los ciclos regionales y cerrados de nutrientes con rutas de reparto minimizadas.
Más de 100 ciudades comestibles en Alemania
Si una ciudad se describe a sí misma como „comestible“ -título elegido por ella misma-, es probable que tenga una proporción bastante alta de jardines públicos, plantas de frutas y verduras y ofertas como la aplicación Mundraub. Esta última muestra dónde se pueden coger bayas, verduras, frutos secos y otros alimentos accesibles.
Ciudades como Kassel, Halle, Tréveris, Colonia, Andernach, Kiel y Jena ostentan con orgullo este título. Aquí, tanto los ayuntamientos como las autoridades, los ciudadanos y, a menudo, asociaciones privadas están detrás del proyecto. Andernach lleva utilizando la denominación de ciudad comestible desde 2010, lo que la convierte en la primera ciudad de Alemania en hacerlo. Ya hubo una „ciudad comestible“ en el Reino Unido en 2008 con Todmorden. Se crearon huertos en edificios públicos, abiertos desde el principio a todos los ciudadanos: Se les permitía cosechar lo que crecía en el espacio público.
Hubo gran interés en los medios de comunicación. Cada año se celebran en Andernach unas 150 excursiones, que inspiran a otras ciudades a convertirse también en una ciudad comestible. En 2016, ya había 63 municipios en Alemania con los conceptos correspondientes. Hoy son más de 100.
Anclar el concepto
A primera vista, el concepto de ciudad comestible no presenta inconvenientes: Es fácil y barato de aplicar y cumple numerosos criterios de sostenibilidad. Sin embargo, es importante que no se quede en algo simbólico: Más bien, la ciudad comestible debe provocar un cambio de comportamiento en la producción y transformación de alimentos. Lo ideal sería que también cambiaran el comercio y el consumo.
Las ciudades comestibles de éxito son diversas: desde hortalizas, frutas, hierbas y flores comestibles en parques y zonas peatonales hasta balcones, muros y superficies de tejados, pasando por espacios verdes públicos, zonas de juego y huertos comunitarios y escolares, hay muchas oportunidades para proporcionar a los residentes alimentos frescos y regionales.
Para que esto funcione bien, los habitantes de las ciudades tienen que responsabilizarse. Ellos se encargan de la plantación y el mantenimiento de las zonas. Lo ideal es que las autoridades responsables de los espacios verdes apoyen y coordinen esta labor. Resulta útil el apoyo político y financiero, por ejemplo incentivando el cultivo de alimentos en terrenos privados o la conversión de solares abandonados en huertos comunitarios.
Los programas educativos y las iniciativas para reforzar la comunidad, como el Nordpark Essbare Stadt de Chemnitz, contribuyen a anclar el concepto en la cultura. En Berlín, la iniciativa „Prinzessinnengärten“ muestra cómo un descampado puede convertirse en un oasis floreciente en el centro de la ciudad que da de comer a familias enteras. En la ciudad canadiense de Toronto, a partir de huertos pequeños y comunitarios han surgido cooperativas alimentarias enteras, mercados de agricultores, programas educativos e iniciativas de agricultura apoyada por la comunidad.
Los incentivos son necesarios
El concepto de ciudad comestible sigue extendiéndose. La idea de crear nuevos bienes comunes resulta especialmente atractiva para muchas ciudades. El potencial de sostenibilidad del concepto es elevado. Para alcanzar los objetivos de sostenibilidad social, medioambiental y económica, es importante que el planteamiento conduzca a mejoras sustanciales en la producción y el consumo de alimentos a nivel local.
Mientras los habitantes de las ciudades tengan acceso a alimentos frescos cultivados localmente -ya sea en huertos comunitarios, en terrenos públicos o en propiedades privadas-, una ciudad puede ser calificada de „comestible“. El concepto ofrece muchos beneficios para el medio ambiente, la sociedad y la salud de los habitantes de las ciudades. Mediante incentivos adecuados e iniciativas de apoyo, las ciudades pueden contribuir a forjar un futuro más sostenible con un concepto comestible.
Más información: En su libro „Rein ins Grüne, raus in die Stadt“, la escritora y política Renate Künast aborda el tema de los huertos urbanos.