La Biblioteca Gottfried Wilhelm Leibniz – Biblioteca Estatal de Baja Sajonia (GWLB), fundada en el siglo XVII como colección principesca, posee valiosos fondos históricos y salvaguarda una parte importante del patrimonio cultural de Baja Sajonia. Para ponerlo a disposición de todo el mundo, en los últimos años se ha creado en la GWLB un taller de digitalización que es ahora uno de los más modernos del norte de Alemania. La digitalización de las colecciones tiene dos objetivos: Por un lado, pone a disposición los objetos y metadatos en las colecciones digitales (http://digitale-sammlungen.gwlb.de/start). Por otro lado, la digitalización también sirve para proteger los fondos, ya que los objetos, a veces frágiles, deben manipularse con menos frecuencia.
Durante su uso en el escáner plano en digitalización; Foto: Stappenbeck
Los lomos de los libros pueden romperse
Sin embargo, también pueden producirse daños en el objeto durante el propio proceso de digitalización. Al digitalizar encuadernaciones de libros en un escáner plano, por ejemplo, pueden producirse daños irreversibles debido a las encuadernaciones o a la técnica de encuadernación: Si el ángulo de apertura es demasiado grande, existe el riesgo de que los lomos de los libros se rompan por completo o se desprendan de la encuadernación y se dañen las costuras. Además, los empleados tienen que sujetar el objeto durante el proceso de escaneado y esto puede suponer un gran esfuerzo físico cuando se digitaliza un libro entero. Por tanto, parecía sensato proporcionar ayudas que contribuyeran a minimizar o evitar daños en el objeto y, al mismo tiempo, aliviaran la situación laboral.
Sujetalibros de cartón
Los colegas del Departamento de Conservación se plantearon por primera vez la posibilidad de realizarlo con la ayuda de un sujetalibros. La idea básica era especificar el ángulo de apertura del libro durante el escaneado y estabilizar la posición del objeto durante el proceso de escaneado. Durante una visita al departamento de digitalización de la Biblioteca Herzog August de Wolfenbüttel, fue posible inspeccionar un sujetalibros, que es un modelo de cartón que permite un ángulo de apertura fijo de casi 90°. De este modo, el libro se digitaliza completamente por un lado en una sola dirección, se gira y, a continuación, se digitaliza. Sobre la base de este modelo de Wolfenbüttel, en la unidad de personal se fabricaron los primeros modelos en varios tamaños (Fig. 1), que luego se sometieron a una prueba práctica en colaboración con los colegas de la unidad de digitalización.
Fatiga del material
Los sujetalibros se percibieron como una gran ayuda, ya que mejoraban enormemente la manipulación de los objetos y contribuían también a una postura más relajada. Sin embargo, tras un uso prolongado, se producía una cierta fatiga del material. Los sujetalibros perdían estabilidad, lo que impedía colocar el libro con precisión y a menudo había que corregir la posición del libro, lo que llevaba mucho tiempo. El uso del sujetapáginas, que en los primeros modelos consistía en una cuerda de goma, tampoco resultaba satisfactorio en la práctica. Existía un riesgo constante de que se dañaran los bordes laterales de las hojas y, con volúmenes mayores, se hizo evidente que la tensión del ojal de goma no era suficiente.
Para resolver estos problemas, los cordones de goma se sustituyeron inicialmente por barras planas recubiertas de fieltro y sujetas con cinta velcro. El cierre de velcro también permite ajustar el portapáginas al tamaño del libro correspondiente. Estas medidas contribuyeron a la mejora, pero la inestabilidad de los modelos de cartón persistía tras un uso prolongado.
Los ensayos iniciales con cartón reforzado no dieron el resultado deseado. Sobre todo porque, tras las pruebas prácticas, parecía sensato disponer de varias posiciones angulares diferentes. Por lo tanto, el objetivo de las consideraciones posteriores era desarrollar un modelo que fuera estable y fácil de manejar y que, además, permitiera entre tres y cuatro posiciones de ángulo diferentes. El siguiente paso consistió en fabricar un modelo de cartón con inicialmente tres ajustes de ángulo -de aprox. 100° a aprox. 120° (Fig. 2)- que posteriormente se probó en el departamento de digitalización. La posibilidad de ajustar el ángulo de impacto con el objeto y responder así a las distintas técnicas de encuadernación y sus requisitos individuales resultó muy útil en la práctica. Estos prototipos también se utilizaron en el Departamento de Conservación para restauraciones más pequeñas, como el alisado parcial de páginas individuales.
Material nuevo y estable
Sin embargo, seguía existiendo el problema de la inestabilidad de los modelos de cartón durante un uso prolongado. Esto llevó a plantearse un cambio de material para la restauración. Con la ayuda de un taller de carpintería, finalmente se diseñaron y fabricaron sujetalibros de madera (multiplex de 12 mm). Estos modelos están ahora disponibles con cinco ajustes de ángulo diferentes, desde aprox. 90° hasta aprox. 130°. Los modelos también están disponibles en dos tamaños diferentes: para tapas de libros >A5 aprox. 430 mm x 250 mm y >A4 aprox. 630 mm x 400 mm.
La plancha cubierta de fieltro se sujeta a correas de cuero con diversas perforaciones. Los pasadores de latón incrustados en la parte posterior permiten ajustar la altura al objeto.
La versión en madera del sujetalibros, con cinco ángulos diferentes, ha demostrado ser muy práctica. Actualmente se utiliza tanto en el Departamento de Conservación como en el de Digitalización y contribuye de forma significativa a la manipulación cuidadosa de los objetos y a aliviar la carga de trabajo de los compañeros. Cuando no se necesitan, los sujetalibros pueden plegarse y guardarse para ahorrar espacio.
El coste de los sujetalibros es de 380 euros cada uno para la versión más grande y 360 euros para la más pequeña. Teniendo en cuenta la mejora significativa de la situación laboral y los costes de restauración que pueden derivarse de una manipulación inadecuada, se trata de una inversión asumible y que merece la pena.
