Con la reapertura del Museo Alpino en la Praterinsel de Múnich, no sólo se ha reinterpretado una joya arquitectónica, sino que se ha realizado un jardín que se considera una síntesis ejemplar de arquitectura paisajista, misión cultural y responsabilidad ecológica. El Jardín del Museo de Múnich es mucho más que un espacio abierto del museo: es un escenario para la participación social, un lugar de recuerdo alpino y una lección sobre el futuro de los espacios urbanos al aire libre.
El Jardín del Museo de Múnich en Praterinsel combina la arquitectura paisajística natural con una experiencia museística: un lugar de encuentro entre la ciudad, el río y la cultura alpina. Foto: DAV / Markus Lanz
Jardín entre la ciudad y la naturaleza: un lugar en diálogo
La ubicación en la Praterinsel es un regalo de la arquitectura paisajística: rodeada por el Isar y el centro de la ciudad, históricamente crecida y atmosféricamente cargada. En este lugar se ha creado un jardín que se mueve conscientemente entre los polos: entre la historia construida y el presente vivo, entre un concepto museístico y el uso público. El diseño del arquitecto paisajista Stefan J. Hierl no se limita a conectar con el edificio existente, sino que lo amplía, lo comenta y lo traslada al espacio abierto.
El principio rector central: conexión en lugar de demarcación. El jardín se abre a la ciudad, invitando a la apropiación, sin umbrales, sin entrada, sin obligación.
Retorno a la topografía: el aterrazamiento como gesto
La pieza central del diseño es un nuevo nivel de terraza que cita el modelado histórico del terreno del siglo XIX. Es más que un simple recurso de diseño: es una intervención topográfica deliberada con un efecto espacial. El nuevo eje central del museo se prolonga en el jardín a través de una amplia escalinata de Nagelfluh. La arquitectura y el paisaje se comunican a través de líneas, materiales y proporciones, un diálogo que crea tanto rigor formal como apertura atmosférica.
La estructura del jardín sigue esta lógica: líneas claras, escalonadas topográficamente, con ejes visuales colocados deliberadamente. El resultado es una dramaturgia espacial que escenifica el jardín como un espacio para la experiencia, pero sin exagerarla.
Un espacio educativo cerca de la naturaleza
El jardín del Museo Alpino no es un jardín botánico de exposición ni un parque clásico: es un espacio museístico al aire libre que se presenta cercano a la naturaleza, pero comisariado. Un camino circular de nueva creación conduce a las exposiciones individuales que se han colocado al aire libre. El jardín se convierte así en una extensión de la exposición, un lugar de aprendizaje al aire libre. El concepto es a la vez programático y educativo: la naturaleza y la cultura no se ven por separado, sino que se escenifican como un espacio experiencial coherente.
La plantación se basa en especies autóctonas de las estribaciones alpinas bávaras, adecuadas al lugar, que fomentan la biodiversidad y son sostenibles. El jardín ejemplifica así un enfoque ecológico que combina las normas de diseño con la experiencia natural.
Materiales con significado
La elección de los materiales de construcción sigue un claro concepto narrativo: el Nagelfluh, una roca conglomerada típica de los Alpes, domina tanto las terrazas como los muros y escalones. Su aspecto recuerda a las laderas alpinas, los senderos y los caminos de montaña, sutiles pero presentes. La materialidad se complementa con piedra natural y maderas alpinas, que también se utilizaron en el interior del edificio. La conexión entre el interior y el exterior no es sólo funcional, sino también atmosférica.
La accesibilidad como actitud
La forma en que se ha hecho realidad la accesibilidad es especialmente digna de mención. El acceso al jardín no se ha realizado deliberadamente por la histórica escalera del jardín, sino que se ha replanteado, con caminos y niveles diseñados para ser accesibles en silla de ruedas y sin barreras. Una audioguía para ciegos y deficientes visuales también forma parte del concepto integrador.
Esta decisión va más allá de los requisitos funcionales: es una expresión de apertura cultural: un jardín que no conoce umbrales, que pertenece a todos.
Espacio público con identidad museística
El Jardín del Museo de Múnich es de libre acceso para todos durante las horas de apertura. Esto lo convierte en un lugar para encuentros de bajo umbral: para paseantes, clases escolares, turistas, visitantes de museos – o para personas que simplemente quieren sentarse bajo los árboles. La simultaneidad de contemplación y comunicación, de exposición y vida cotidiana, es lo que hace que este jardín sea tan especial.
Es un espacio público, pero no anónimo. Lleva la firma de una institución que se responsabiliza del recuerdo, la educación y el medio ambiente.
Más que diseño: una declaración cultural
El nuevo jardín del museo de Múnich es un ejemplo de arquitectura paisajística que adopta una postura. No está simplemente „diseñado“, sino que toma partido por la historia del lugar, por la responsabilidad social de un museo y por el papel de los jardines en una ciudad cada vez más densamente poblada.
Es un jardín que cuenta una historia: sobre el mundo alpino, sobre la transformación de una casa, sobre el futuro de los espacios abiertos urbanos.
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