Ecos del pasado
¿Cómo será la arquitectura del futuro? El joven arquitecto muniqués Max Otto Zitzelsberger mira al pasado para encontrar una respuesta.
¿Qué es la arquitectura? Es una pregunta sencilla, pero no tan fácil de responder en la actualidad. Mientras que en los años noventa la gente habría señalado a arquitectos estrella como Frank Gehry, Zaha Hadid o Rem Koolhaas y su arquitectura icónica, que se ha extendido por todo el mundo, hoy la situación es diferente. Está surgiendo una nueva generación de arquitectos que busca una respuesta diferente y en algunos casos la ha encontrado. A estos jóvenes arquitectos les interesa lo ordinario, lo regional, lo que no emociona, una arquitectura que forme parte de nuestra cultura cotidiana, pero que al mismo tiempo se distinga de ella.
Esto también se aplica a Max Otto Zitzelsberger, que ha llamado la atención con una serie de proyectos pequeños pero excelentes. Entre ellos, un gallinero(Baumeister 10/15), una parada de autobús y una serie de muebles inspirados en Biedermeier. Las renovaciones también forman parte de la cartera del joven arquitecto muniqués, ya sea un antiguo granero de heno, una pequeña torre del periodo Biedermeier o un piso en un edificio diseñado por Sep Ruf(Baumeister 3/17). Todas las obras están impregnadas de un historicismo concreto, pero no tienen nada de historicista. Al contrario, los diversos estilos arquitectónicos resuenan en los respectivos proyectos: a veces se recuerda el periodo Biedermeier, a veces la arquitectura de posguerra de los años cincuenta. ¿Es eso posmoderno ahora? El propio Zitzelsberger habla del „tacto“ en la arquitectura. Quiere provocar emociones recordando lo familiar, lo que le diferencia fundamentalmente de los trucos académicos e irónicos de los arquitectos posmodernos.
Burguesía contra bohemia
El hecho de que este recuerdo no sólo mire hacia atrás, sino que experimente un proceso de transformación que también apunta al presente, es particularmente evidente en la serie de muebles antes mencionada: el llamado „Kunst Kabinett“ está orientado hacia la época Biedermeier en términos de diseño, pero está hecho de contrachapado de chapa de abedul y visiblemente ensamblado. Aquí, la artesanía se encuentra con una estética de tienda de bricolaje, tan familiar en las esculturas-mueble de Donald Judd o en el fabricante de muebles Nils Holger Moormann. Estos contrastes recorren como un hilo rojo la obra de Zitzelsberger: tradición frente a modernidad, artesanía frente a industrialización, burguesía frente a bohemia.
Hay un cierto radicalismo en la indecisión de la actitud, un valor para dar una respuesta ambigua, que es ante todo sinónimo de búsqueda. Esto queda patente en un concurso en el que Zitzelsberger está trabajando actualmente en colaboración con el estudio belga Veldwerk Architecten. El objetivo es diseñar una torre mirador para la pequeña ciudad belga de Eernegem. Buscará en vano referencias históricas en los modelos de trabajo producidos para este proyecto. El modernismo abstracto se impone aquí al historicismo narrativo. Sin embargo, la forma no se convierte en un fin en sí misma. Cuando hablas con Zitzelsberger sobre el proyecto, se entusiasma y te enseña fotos que tomó en Eernegem. Muestran la arquitectura belga cotidiana, especialmente edificios agrícolas como garajes y establos, cuya estética quebradiza le fascina y le inspira. Al hacerlo, se mantiene fiel a su intención básica, sustituyendo la narrativa bávara por una belga.
Jugar con el tiempo
Pero también hay modelos muy concretos, como el estudio de arquitectura muniqués Hild und K . Su juego con la ornamentación fue una gran influencia para él, especialmente su diseño para una parada de autobús en la Ländtorplatz de Landshut. Entretanto, el propio Zitzelsberger ha diseñado una pieza de mobiliario para la ciudad del sudeste de Baviera: una marquesina de autobús metálica con una torre de reloj exenta. El pequeño conjunto está situado en Bismarckplatz y sigue el modelo del mobiliario urbano del siglo XIX. Zitzelsberger quiere crear un contra-diseño al „gran vacío de diseño de nuestras ciudades“, como él mismo lo describe. Los detalles de la construcción se hacen eco una vez más del pasado, ya se trate de elementos de unión que recuerdan las técnicas clásicas de herrería o de una capa de pintura micácea de óxido de hierro aplicada de forma totalmente analógica con un pincel.
Todas estas obras reflejan la voluntad de comprometerse con el lugar y su historia para sacar conclusiones para el presente y un posible futuro. Esperemos ver hasta qué punto esta sutil forma de trabajar funciona con proyectos de mayor envergadura y sus limitaciones inherentes. En cualquier caso, nos gustaría ver más.
