Se puede decir fácilmente que desde que Le Corbusier desarrolló el sistema de construcción „Maison Dom-ino“ en 1914, ningún otro concepto de construcción ha tenido una influencia comparable en nuestro pensamiento espacial-arquitectónico. Con la realización de este nuevo sistema de construcción, Le Corbusier no sólo puso fin al muro como elemento portante tradicional, sino que liberó a la arquitectura de un estrecho corsé. De este modo, el espacio arquitectónico y la fachada se liberaron de su relación casi simbiótica con la estructura portante. Nacía así el primer concepto de diseño de planta libre del modernismo.
Foto: Moritz Bernoully.
Regreso del muro de carga
Incluso un siglo después, este sistema, basado en pilares o pilotis y losas de cimentación, no ha perdido su vigencia. Si echamos un vistazo a los edificios de la periferia de Ciudad de México y otras metrópolis de Latinoamérica, la influencia de este método de construcción en la forma de entender la arquitectura se hace evidente. Sin embargo, a pesar de la popularidad de los pilares y las losas de hormigón, en los últimos años ha resurgido con fuerza otro principio: el muro de carga. En el México contemporáneo, el muro de carga se encuentra en varios proyectos, como los de Mauricio Rocha y Gabriela Carrillo, pero también de Alberto Kalach. Sin embargo, ninguno de estos arquitectos lo aplica con la consistencia que lo hace Benjamín Romano con su despacho „LBR & A“.
Romano ha dedicado gran parte de su obra al estudio y realización de estructuras portantes en las que el muro, y no el pilar, desempeña el papel central. El resultado más reciente e importante de este trabajo es la „Torre Reforma“, en el centro de Ciudad de México. Lleva el nombre de la avenida sobre la que se levanta, el „Paseo de la Reforma“, que es probablemente el eje más importante de la ciudad por razones geográficas e históricas.
246 metros de muro de hormigón
Tanto por fuera como por dentro, la Torre Reforma es uno de los rascacielos menos convencionales de nuestro tiempo, y no sólo en Ciudad de México. Su singularidad radica en el elemento que caracteriza su aspecto y que sostiene de forma significativa el edificio: los dos muros de carga de hormigón, de 246 metros de altura cada uno. Los dos muros, que forman dos de los tres lados del edificio, se unen en la esquina posterior del solar, creando una estructura portante que mira al Paseo de la Reforma como un libro abierto. Así pues, las dos monumentales superficies de 57 plantas de altura no sólo forman la fachada del edificio, sino que también lo sostienen. También se extienden mucho más allá de las nueve plantas del sótano hasta las profundidades como cimientos. Esto convierte al edificio en uno de los raros proyectos en los que la envolvente, la estructura portante y los cimientos están hechos de un mismo elemento.
Diseñar con Tetris
La escala de los muros de hormigón y, por tanto, de todo el edificio es difícil de captar a simple vista. Pero aun así impresiona. Las enormes dimensiones de los muros crean una monumentalidad casi desconcertante, un efecto que se acentúa aún más por las numerosas aberturas de la superficie. Esta perforación recuerda estéticamente al legendario juego de ordenador de los años 80 „Tetris“. Se creó utilizando un programa de diseño paramétrico, que permitió tener en cuenta aspectos como el coeficiente sísmico y la resistencia de los materiales.
La perforación de las ventanas no sólo marca las plantas individuales, sino que también agrupa unidades de cuatro plantas cada una, que se organizan como 14 pequeños edificios individuales dentro de la torre. Estas ventanas también evitan que el edificio gire y se derrumbe en caso de terremotos, tormentas u otras fuerzas de la naturaleza. También llaman la atención las llamativas líneas horizontales de la fachada de hormigón. Su composición pretende crear una imagen uniforme del hormigón. Las líneas son el resultado del proceso casi ritualizado de colada diaria de hormigón monolítico, cada una de 70 centímetros de altura. Esta regularidad permite construir una planta completa en una semana, con lo que la altura total de la torre se completó en 57 semanas. Además de rapidez y eficacia, este proceso de colado reproduce los colores cambiantes del material en el hormigón y crea una superficie llamativa.
Estética de la cremallera
El tercer lado de la fachada del edificio da al Bosque de Chapultepec, el parque urbano más grande del hemisferio occidental. El diseño de la fachada se basa en una simple función estática: los cables tensores „cosen“ literalmente los dos muros de carga y soportan las plantas individuales, que están suspendidas de los dos muros de carga. Esta estética recuerda a un cierre de cremallera.
Las superficies exteriores de la Torre Reforma tienen un enorme atractivo con sus sólidos muros de hormigón, la doble función de las perforaciones de la fachada, el principio constructivo de los muros de carga y la estructura metálica de los cables tensores. Su impacto en el paisaje urbano y en el horizonte de Ciudad de México es considerable, especialmente debido a la ubicación central de la torre y a su interacción con su desigual vecino en altura, la „Torre Mayor“. Sin embargo, es probablemente el interior del edificio el que ejerce la mayor fascinación.
Diseño interior libre
La ausencia de un sistema portante de pilares y forjados permite diseñar las plantas con total libertad. Esto no es algo atípico en la práctica de Romano. Si algo le caracteriza es su preocupación por la flexibilidad y el máximo aprovechamiento de los espacios interiores. Para la Torre Reforma, que alberga principalmente oficinas, este enfoque es fundamental, ya que maximiza el uso económico del espacio disponible. Para entender el pensamiento arquitectónico de Romano, conviene echar un vistazo a las etapas clave de su carrera. Poco de sus estudios de arquitectura clásica en Ciudad de México puede reconocerse en sus edificios. Sus estudios de prefabricación en la construcción en Israel y su colaboración durante 24 años con el ingeniero Heberto Castillo -figura icónica tanto en la construcción de edificios como en la política nacional- son decisivos para su obra. Son sobre todo la concepción espacial de Castillo y sus estructuras portantes las que influyen considerablemente en el lenguaje arquitectónico de Romano. Castillo se había propuesto liberar sus proyectos de todo aquello que añadiera peso innecesario o tuviera poca relevancia estructural.
Este principio se aplica en los conceptos espaciales y las estructuras de soporte de Romano, haciendo del muro el elemento central. En la práctica de Romano, el muro es el único elemento portante; es a la vez el elemento divisorio y el elemento envolvente. Y permite una libertad absoluta del espacio interior. En conclusión, podría incluso decirse que Romano, con clara referencia a los ideales de Castillo, lleva el diseño de planta libre de Le Corbusier a nuevas dimensiones con la Torre Reforma.
En cien años, el papel del elemento arquitectónico del muro ha pasado de „obstructivo“ a „deseable“.
Este texto procede de nuestro número especial „México – Entre nueva floración y nuevos muros“.
